viernes, 25 de mayo de 2012

A dieta y feliz.

Para acertar con la carta de cualquier restaurante, la condición que se impone  es leer bien y elegir entre un entrante que sea, o una ensalada, o un crustáceo o una loncha de salmón con una tostada. Después se puede seguir con una carne o un pescado con poca salsa, evitando los feculantes.

Para evitar engordar más de la cuenta no puedes combinar el vino y el postre en una misma comida, pero tampoco tienes que renunciar a los dos. Si has llevado a cabo la fórmula de entrante ligero + carne o pescado, puedes permitirte uno de estos dos caprichos. 

Si has comido mucho basta con cenar una sopa por la noche, acompañada de dos huevos duros sin la yema y un yogur. Esta fórmula te permitirá cortar el hambre y compensar el desequilibrio del mediodía.

Otro de los grandes retos a los que nos enfrentamos en el día a día es preparar un menú rápido para tomar en la oficina sin que se vea perjudicada nuestra figura.Existen fórmulas rápidas como un bocadillo sin aceite ni mayonesa, sushi…

Otra sugerente alternativa es una hamburguesa de queso, ya que sólo tiene 320 calorías. Si añadimos una fruta podemos equilibrar la comida y estar saciados hasta la noche. 

¿Quién dijo que estar a dieta supone olvidarse por completo de los dulces a diario? Es cuestión de saber elegir. Una dieta es como una olla a presión. De vez en cuando hay que soltar la presión. O bien la soltamos cada día poco a poco o bien de forma más drástica una o dos ves por semana, intentando compensar después este exceso.

Aunque muchos regímenes tienden a limitar al mínimo la cantidad de pasta, pan y cereales, se considera fundamental el consumo regular de productos derivados de los cereales porque contienen vitaminas esenciales para mantener el buen humor y la actividad muscular. Eso sí, el pan debe ser blanco o integral, nunca industrial.

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